¡Los niños no lloran,
no sea maricón!…
¡Aguántese como los hombres!…
¡Los niños no lloran, aguántese como los hombres!…
Desde que nacemos la sociedad nos impone a hombres y mujeres expectativas, valores y normas de acuerdo a nuestro género; se nos enseña cómo debemos actuar, pensar y sentir. La mayoría de los hombres crecemos rodeados de creencias y expectativas machistas de dominación hacia la mujer y de competencia con otros hombres.
Los hombres para no ser juzgados como “poco hombres”, minimizados; vivimos en la necesidad de tener que “demostrar” constantemente nuestra valía: actuando desde el machismo, minimizando a las mujeres, obsesionados por el éxito económico, profesional o en los deportes; imponiendo nuestra autoridad; pues si no cumplimos la expectativa nuestro valor como hombres -socialmente- se fragmenta.
Esto contamina el nuestro carácter, generando temor, aislamiento, inseguridad, adicciones, enojo -y en el extremo- violencia.


